Según
Wikipedia: El liderazgo
es el conjunto de habilidades gerenciales o directivas que un individuo tiene
para influir en la forma de ser de las personas o en un grupo de personas
determinado, haciendo que este equipo trabaje con entusiasmo, en el logro de
metas y objetivos. Es el proceso en el cual influyen líderes sobre seguidores y
viceversa, para lograr los objetivos de una organización a través del cambio.
También se
entiende como la capacidad de tomar la iniciativa, gestionar, convocar,
promover, incentivar, motivar y evaluar a un grupo o equipo de trabajo. En la administración de empresas el
liderazgo es el ejercicio de la actividad ejecutiva en un proyecto, de forma
eficaz y eficiente, sea éste personal, gerencial o institucional (dentro del
proceso administrativo de la organización).
Según el
Diccionario de la Lengua Española (1986), es un intento de influencia
interpersonal, dirigido través del proceso de comunicación, al logro de una o
varias metas u objetivos.
¿Para mí?
Capacidad de influenciar en el comportamiento de un grupo de individuos, para
la consecución de un objetivo común. Y esta capacidad tiene un estilo “impreso”,
el sello de quien influye; es decir, hay millones de estilos de liderazgo,
tantos como líderes en el mundo. Y eso no quiere decir que alguno funcione y
otro no, que uno esté bien y otro mal; si los resultados son alcanzados, es
efectivo… Funciona.
Una vez hecha la
definición de términos vamos al objeto de este artículo: ¿Por qué considero que
el término está de moda en estos momentos? Porque la realidad venezolana
demanda líderes efectivos, si, es cierto, no para “lavar el cerebro de la
población” sino para orientarlos hacia aquello que nos hará crecer: desarrollo
de un sistema económico sólido, diversificación de la actividad económica,
políticas laborales justas, apoyo a la industria privada, descentralización de
los poderes, gestiones transparentes.
Creo que la
evidencia más dramática de esta demanda fue cuando en 1.999 se presentó la
disyuntiva electoral, y la mayoría expresó su deseo de cambio, optando por un
liderazgo carismático que ha polarizado completamente al país, no digo que esto
haya estado mal (en ese momento parecía ser la solución a todos nuestros males)
sino que pudo ser diferente; a mi parecer cuando se elige el presidente de un
país debería elegirse a una persona capaz de gerenciar eficazmente la nación,
que al final es como una gran empresa; así que para mí, en ese punto de
inflexión se debió hacer una transferencia de poder a un nuevo liderazgo,
abandonar a aquellos que besan niños y viejitas en las campañas y cambiarlo por
un gerente que tome las decisiones no en forma empírica, sino apoyado en un
equipo de especialistas en planificación estratégica que investiguen, midan,
cuenten y evalúen.
Bueno ya no
vamos a hablar más de lo que pudo ser y no fue; ¿qué podemos hacer para
modificar los patrones negativos de conducta actualmente arraigados? Creo en la
idea de combatir esto con un discurso estructurado con argumentos reales; las
palmaditas en la espalda, los regalitos y bonos son un plus no del todo
efectivos… ¿Y necesarios? ¡NO! Me parece totalmente innecesario otorgar regalos
por algo que ya se recompensa con un sueldo, llamar a alguien colaborador
cuando le corresponde hacer el trabajo para el cual está contratado,
comportarse como un “panita” cuando la gente requiere supervisión y liderazgo.
A la gente hay que darle información, argumentos, verdades, conocimiento,
aprendizaje… No limosnas.
Y quiero
expresar que no tengo nada en contra del liderazgo carismático, es sólo que
definitivamente no todos estamos diseñados para ser ese tipo de persona, que
hay gran cantidad de formas de influir en la gente, y no me parece lo correcto
forzar a nadie a encajar en un patrón sólo porque está comprobado que funciona
en estas latitudes, y además porque es lo que está en boga. Si creo en hacer
más humano el trabajo, en el respeto a la persona y en adaptar los puestos de
trabajo a la gente y no la gente a los puestos de trabajo (ergonomía) pero creo
firmemente en el respeto a las normas y en el hecho de que los beneficios se
ganan; que tus derechos terminan donde comienzan los de los demás, que podemos
no pensar igual y sin embargo hacer un buen equipo, que la negociación es un
arma poderosa si sabe utilizarse. Pero definitivamente creo que como país nos
hace falta un cambio, una sacudida, pero desde arriba y que fluya aguas abajo; que
un cambio efectivo debería manar desde la cúpula que concentra el poder.
Mientras la sacudida llega yo seguiré trabajando en mi entorno y recomiendo que
cada uno comience a trabajar desde su esquinita, es como que cada uno viva en
un jardín zen y trabaje por hacerlo mejor cada día, al final cuando sumemos la
arena de todos nuestros jardines habremos conseguido unos médanos espléndidos…
O al menos mejor que antes, y eso ya es ganancia.
Soy el pescador
de mi jardín zen, saludos.
Ing. Ind.
Johanna Márquez
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