Una de las tantas cosas que no entiendo de nuestra idiosincrasia actual,
es esa cualidad que tenemos como venezolanos, muchas veces por otros alabada, de siempre
sacar un chiste hasta de las peores circunstancias. En ocasiones he llegado a
pensar que nos cuesta trabajo tomarnos las cosas con la seriedad que merecen.
Al menos en lo que a conciencia colectiva se refiere.
No obstante últimamente he visto que esa actitud ha empezado a ser
elogiada, e incluso se ha tratado de darle ciertas aplicaciones gerenciales, lo
que me hace preguntarme si estaré errado en mi pensar.
Es que me causa cierto enojo ver que se habla incluso con admiración de
Resiliencia como la capacidad de mantener los valores sin importar la presión a
la que estamos sometidos, sin pensar que existen momentos, circunstancias,
presiones en los que la dichosa “Resiliencia Venezolana” seria
no solo inadecuada, sino contraproducente.
Antes de condenar esta afirmación,
permítanme argumentar mi punto de vista. No debemos confundir la determinación
de mantener ideales y valores, con el conformismo. De hecho, en la práctica, la
historia nos enseña que sin excepción, siempre se modificaron unos u otros en
pos la consecución de uno más elevado. Como ejemplo tomemos al mayor de los
hijos de nuestra tierra, quien, dudo mucho, haya sido una persona con
animosidad alguna por la guerra o con tendencia al menosprecio de la vida de
otros, pero que en pos de la independencia, cuando comprendió que no quedaba
otro medio, dejo de lado estos valores
para libertar no solo nuestro país, sino prácticamente toda la América latina. Ahora
imaginemos que hubiese pasado si ese ser, hubiese mantenido la actitud que
mantenemos nosotros en nuestra realidad.
Así mismo tenemos ejemplos de sociedades, naciones, pueblos, que se han
sentado a esperar que la tormenta pase (muy parecido a lo que hacemos nosotros
en el presente) o a que llegue algún personaje, o personajes a rescatarlos, tal
como le pasó al pueblo judío durante mucho tiempo, con finales funestos como
todos sabemos.
No quiero decir con esto que debemos salir a matarnos unos a otros, pero
sí creo que lo que nos está pasando, nos lo merecemos. Merecemos que el país se
esté yendo al garete, porque aun pensamos que nosotros solos, no podemos
cambiar un presidente, modificar la política económica, afectar el precio del
dólar, etcétera. Cuando en la realidad si podemos, de hecho somos los únicos
que podemos hacerlo, pero seguimos esperando que aparezca el Bolívar que nos
liberte, el Eisenhower que comande un ejército y derrote a los que nos oprimen.
Sin darnos cuenta que somos nosotros mismos nuestros opresores, a tal punto que no solo
nos conformamos, sino que ahora tratamos de justificarlo diciendo que somos Resilientes.
Pues mis estimados e imaginarios lectores, los cubanos son Resilientes
desde hace 55 años y el pueblo judío lo fue desde épocas previas a Cristo hasta
1948. Nosotros lo somos y quien sabe hasta cuándo lo seguiremos siendo.
¿Seguir o Parar? ¿Seguir esperando a que llegue el elegido a derrotar al
Lord Voldemort de nuestra patria? ¿Parar de luchar imaginariamente con el toque
de una cacerola? Ya una vez logramos cambiar nuestros destinos, con un
memorable 23 de Enero, pero ese día no amaneció y milagrosamente la Fuerza
Armada decidió que no se podía seguir sosteniendo esa situación, ese día se
concluyo la lucha que había empezado mucho tiempo atrás y que llego a su clímax
desde el Noviembre anterior. Por cierto como dato curioso, Perez Jiménez nunca
se reconoció a sí mismo como dictador.
Ya una vez estuve en la calle, mientras otros veían en pantalla gigante
una final de nuestro Beisbol, ciegos ante lo que pasaba y sigue pasando en
Venezuela. No somos Resilientes sencillamente decidimos no ver la verdad,
sencillamente queremos la salida fácil, queremos esperar a que pase la tormenta
y nosotros no vernos afectados. Esperamos al héroe a quien erigir estatuas y
monumentos que sacrifique todo por nuestro bienestar, y si eso pasa porque esa
persona no comulgue con nuestros valores, pues no importa, con tal que logre
corregir el rumbo de este navío naufragante y nos permita mantenernos secos,
eso sí sin ayudar a sacar el agua, mas allá de una multitud de aplausos y
palabras de aliento. Pues señores si es así, entonces nos merecemos esto y más.
Pero tranquilos ya casi llegamos al fondo, falta poco, pero aun falta caer un
poco más, lo que pasa es que en los últimos metros la caída es más violenta.
Que hacer para que en 2034 Venezuela sea la que queremos, pues
sencillamente lo que hay es que HACER, no esperar que los demás hagan.
Gracias por su paciencia, espero la sentencia.
Carlos J. Guillen
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